JUAN FELIPE ROBLEDO

Nació en Medellín, Antioquia, en 1968. Estudió Literatura en la Universidad Javeriana de Bogotá, donde ha sido profesor por varios años en el programa de pregrado. Ha publicado antologías de la obra poética de Francisco de Quevedo, Luis de Góngora, Juan de la Cruz, Rubén Darío y del Romancero español. Ganó el premio internacional de poesía "Jaime Sabines" 1999, concedido por el Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Chiapas, en México, por el libro de poemas De mañana. Poemas y artículos suyos han aparecido en distintas revistas y periódicos de Hispanoamérica. Ganó el premio nacional del Ministerio de Cultura 2001 de Colombia con el libro La música de las horas.

Contemplación sin objeto
Se deshace el mundo, nos hemos librado del lastre, y es un gusto mirar a lo lejos los campanarios y las copas de los árboles, quedarse detenido en mitad del llano y saber el nombre de nuestro deseo, soñar con escolopendras y salamandras del sol, quedarnos a vivir en las Maldivas y patear bajo la mesa. ¡Vámonos al campo!
En el campo habrá siemprevivas y lirios sin prisa, amaremos las raíces y los tubérculos, nos haremos buenos en la enramada. Transustanciación de aquello que no es tiempo, rumorosos aullidos nos acompañarán. ¡Alegría, aleluya!


Nuevo tiempo
Para Catalina González
 
Nace el amor cuando menos lo piensas,
se acaba el tiempo reseco de las nomeolvides, del deseo marchito
y agobiante,
los corazones laten de una manera misteriosa, callada,
y nuestras fotografías son láminas de un álbum que nadie más llenó.
Los zapatos hacen cantar al pavimento su romanza de antaño,
y sin que podamos evitarlo nos sorprendemos saltando un poco,
nos hacemos estampa de esta dicha que ha nacido después de la lluvia,
bajo un sol de enero.
Las mañanas son calladas cuando pienso en ti, tienen un rumor venturoso,
son mejores que el salmón y la champaña de hace tiempos.
No has nacido del fondo de una mente turbulenta,
tu rostro tiene el don de los ídolos pequeños,
no hace falta llamarlo para que acuda a la cita.
Nuestro afán es distinto, y podemos asegurar que es pasto, es agua clara,
volvemos a repetir el nombre amado, y los días se van sin amargura.
Algo hay en esta risa tuya que ha encontrado el sendero, no vacila,
y me ofrece un amor que es bueno, bueno como ron sin disparates.


Pequeña alegría
Cabeza de buey que se asoma por la ventana es la alegría,
una imaginada desde antes de nacer,
tierna y un poco díscola,
ramita ofrendando al tiempo la luz.
Un aleteo sumergido en días de calor la atraviesa y la hace llegar, falta
de aire,
al umbral de la casa donde nos recibirán con agua que no da sed después.


Muchacha del baño público
Seguramente no veré con estos ojos mortales
la historia de esta muchacha que imagino clara y afectuosa.

Seguramente sonreirá con descaro
y tocará las espaldas de los que esperan frente a la estación.

Habría deseado contemplar
su lento detenerse en callejuelas
y la forma como se prende de la solapa de un marino.

Nada de esto conoceré, no podré disfrutar un estofado de pescado
junto a ella contemplando el undoso río.

Sin embargo, parece que la conozco de siempre
cuando imagino esta tarde el regreso a casa
(deteniéndome por dulces y pan y miel)
para intentar convocar su cuerpo, su presencia
de bailarina a destiempo,
de amiga entre abrojos.
 
Derechos reservados
© Juan Felipe Robledo

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